xoves, 19 de marzo de 2015

No perder la FE(J).

Soy una personita especial, y eso es algo que cualquiera que me trate puede ver. No me considero más listo ni más tonto que la media, y mis posicionamientos son tan válidos como los de cualquiera a nivel meramente ideológico. Sin embargo, siendo sincero, sí me considero una persona con una visión política bastante mejor que la media. Soy, por lo general, capaz de abstraerme del ahora y pensar, al menos, a medio plazo. Y eso puede suponer (y supone) que adopte posiciones aparentemente contradictorias, debido, sencillamente, a que distintos problemas requieren distintas actitudes.





Sin ánimo de ahondar demasiado en política convencional, soy nacionalista gallego, lo que de por sí podría no tener demasiada relevancia (de hecho, no hago proselitismo de mis ideas en lo referente al jugger, más allá de comentar entre risas que habría que llamarle xaguer), pero tiene una vertiente deportiva: soy defensor del modelo inglés como sistema de mínimos, en el que las selecciones correspondan a las naciones, no a los estados. Si por mí fuera, Galicia tendría selecciones oficiales en los deportes mayoritarios, y celebré la admisión de la Selección de Fútbol Gaélico por parte de la Federación Internacional. Pero, dirá el improbable lector, ¿A mí qué carallo me importa lo que piense el pringao este? Poco, pero creo que es una necesaria introducción para entender a quien es uno de los principales defensores de la FEJ en Galicia, en una posición, cuanto menos, contradictoria con la que mantiene frente a otros deportes. Creo que es esta introducción lo que da más valor a mi defensa que la que puede tener una persona corriente de, pongamos, Madrid.

La FEJ es esa cosita extraña e incomprensible, translúcida, con un poder más abstracto y tácito que otra cosa, que nos une. Y nos une del modo más sencillo y efectivo posible, con un reglamento (que, en definitiva, era su objetivo). Y para de contar. Bueno, también crea el ranking, pero se trata de un ranking muy, muy mejorable que sólo está empezando a tener utilidad ahora. Y, ahora sí, para de contar.

En España existen un total de once núcleos fuertes (Vigo, Santiago, Coruña, Cantabria, Madrid, Cartagena, Murcia, Alicante y Valencia, mas Zaragoza y Lleida), entendiendo por fuerte al núcleo con capacidad para organizar torneos de categoría regional y ligas (lo hagan o no). A esos núcleos se deben sumar al menos ocho más, activos en la actualidad (podrían ser más), pero sin entidad como para organizar sus propios torneos. La mayoría de estos núcleos son lo que podemos denominar Núcleos FEJ, es decir, núcleos que aceptan a la FEJ y su reglamento que, al final, quiere decir aceptar su reglamento, porque de la FEJ hay poco o nada que aceptar. De estos núcleos, tienen voto, hasta donde llego, Galicia (unificada), Cantabria, Madrid, Valencia, Alicante y Murcia, teniendo algunos núcleos voz a mayores.


(Mapa no actualizado, pero orientativo.)

La FEJ arrastra, no obstante, una serie de defectos de serie que hacen que su papel sea casi testimonial.

El primero de ellos es su desorden geográfico. Todos sabemos que el sureste es más fuerte que el Norte y que Madrid a efectos prácticos es Este por las mejores comunicaciones. Esto no es culpa suya, claro, pero tampoco nuestra. No tiene sentido que los cuatro grandes torneos (Spring, Summer, Atun y Winter) se disputen en un triángulo formado por Madrid, València, Alicante y Murcia. Por supuesto, son esos los núcleos con más peso en la FEJ, y entiendo que cambiar el statu quo no les convenga. El resultado es que el panorama estatal del jugger  está brutalmente desplazado hacia el sureste, y no parece haber intenciones de favorecer la desaparición de ese hecho.

El segundo es que la FEJ, a efectos prácticos, no es nada. No tiene autoridad real sobre las Asociaciones locales, no tiene una estructura de poder, unos estatutos, unas normativas. Y esto es enteramente culpa nuestra, pues la FEJ tendrá tanto poder como las Asociaciones estén dispuestas a cederle. Hasta ahora, bien podría haberse llamado CRRR (Comisión Redactora de Reglamento y Ranking), y tuvo que haber una situación extrema para que la FEJ pidiese una autoridad sobre las Asociaciones, en este caso, para sancionar agresiones en todo el territorio federado.

El tercero y último es que pertenecer a la FEJ no aporta nada, a la hora de la verdad. Nuestras competiciones no están reservadas a equipos adheridos, nuestras Asociaciones no se adscriben a la Federación oficialmente. Y es algo que resta mucha influencia a la propia Federación de un modo absurdo.



Pero la pregunta es, ¿para qué sirve una Federación con poder? Es una pregunta legítima, desde el momento en que lo que nos aporta es lo primordial al decidir perder parcialmente nuestra autonomía. La respuesta son dos palabras: estabilidad y unidad. Una FEJ con capacidad de acción supone, en primer lugar, la existencia de un marco común, de una serie de políticas que haremos como uno a lo largo del Estado. En segundo lugar, nos proporciona una institución común a todos, de la que realmente somos parte y puede representarnos efectivamente. La FEJ puede darnos más que un reglamento. Mucho más.

Por supuesto, todo esto debe plantearse extremadamente bien. Debe existir una voluntad, un proyecto, un compromiso. Debe ser una Federación de todos y para todos, una Federación con la expansión del deporte y su asentamiento en todo el Estado como objetivo final. Una Federación, en definitiva, al servicio del deporte. La herramienta existe, ahora sólo debemos ser lo suficientemente inteligentes como para usarla.




La FEJ no puede ser un simple parche.

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