luns, 8 de decembro de 2014

Siglas, cortijos y egos varios.

"Los romanos inventaron el fascismo. Un manojo de ramas atadas era su símbolo. Una rama puede romperse. Un manojo perdura." Adam Susan, V for Vendetta.

Los romanos no eran tontos, nunca lo fueron. Y, por eso, esta frase siempre me ha hecho pensar, no en el fascismo tal y como lo conocemos ahora, sino en el concepto original, desprovisto de nada más que la simbología del haz que resiste. Parece mentira cómo una idea tan básica puede dar lugar a ideologías tan espantosas. Sobre todo porque los romanos sabían lo que decían, al contrario que muchos que enarbolaron como mantras sus palabras.

Tengo la suerte o la desgracia de vivir en Galicia. Eso ha supuesto que, en unos meses, jugaré con mi cuarta versión del reglamento y que vivo en el ojo de una tormenta asociativa que hace menor las que se viven en otros puntos de la geografía española. Hace tiempo que quiero un espacio para explicar adecuadamente mis ideas respecto al jugger, así que me voy a permitir hacerlo aquí.

Cuando uno tiene una posición débil y debe enfrentarse a alguien más fuerte, debe tener aliados, aliados que formen contigo una unidad inquebrantable. Como en los conrois medievales, el hombre que tienes a tu lado debe estar más cerca de ti que tu esposa, más cerca que tu amante. Por eso siempre fui partidario de la unidad de la comunidad de jugger en torno a la Federación Española de Jugger, en primer término, y de las asociaciones regionales, en segundo. Cuando yo empecé a jugar, la FEJ era una especie de fantasma que flotaba sobre nosotros, pero mi referencia directa era la Asociación Galega de Jugger (AGJ).



Coincidiendo con mis primeros pinitos fuera de Vigo (Torneo Fenrir, en Coruña, MegaXove, en Ourense, y entrenamientos navideños en Madrid), la AGJ celebraba unas elecciones en las que el cargo de mayor poder (Secretario General) era disputado por dos personas: Estéfano, de Vigo, y Pamela, de Ourense. Ya por aquella época empecé a percatarme de la cantidad de mierda soterrada que había en Galicia y la gratuicidad con la que los bandos la enarbolaban para lanzarla alrededor. Yo no terminaba de entender por qué sucedía aquello, ¿acaso no buscábamos todos lo mismo?¿No queríamos todos que el jugger avanzase en Galicia?¿A qué venía ese odio descarnado? Aquellas elecciones terminó por ganarlas Pamela, quedando Estéfano como máximo representante de Vigo en la Asociación.

De un modo que nunca llegué a entender del todo, las cosas se fueron deteriorando cada vez más, hasta que Pamela no aguantó más y dimitió. Quedaba poco para el Torneo Nacional Galego, había un vacío de poder, y los que siempre habían clamado por la desarticulación de la AGJ sacaron los cuchillos. El TNG se consiguió sacar adelante a duras penas, pero fue lo único. Las voces que se alzaban de los tres núcleos fuertes (Coruña, Santiago y Vigo) fueron mayoritarias o, al menos, más ruidosas, y la AGJ se desinfló, dando paso a tres asociaciones separadas, la Asociación Coruñesa de Jugger, la Asociación Compostela Jugger y la Asociación de Jugger y Softcombat de Vigo. Eso calmó los ánimos, cierto es, porque, ¿cómo íbamos a trabajar juntos, en realidad, si éramos incapaces de mantener siquiera la cordialidad? Los puñales que los tres núcleos fuertes se intercambiaban hacían pensar que, bien éramos un deporte fuerte y asentado, bien éramos completos idiotas. Se enterró sin pena a la AGJ y cada núcleo siguió su propio camino por su cuenta.

Las ventajas de las asociaciones locales parecen evidentes: todo queda en casa, se manejan mejor ciertas cosas, los fondos no se van a otro sitio, etc. Lo que no era tan evidente, parece, eran las desventajas que esas asociaciones iban a traer, resumidas en el mero concepto de la falta de unidad. Quienes defendimos la AGJ avisamos de que, ante ciertas situaciones, el no tener un frente único nos iba a perjudicar. Yo, al menos, pensaba en la Xunta, en las diputaciones provinciales, etc. Pensaba en el TNG. Y no pensé, y debí, en la FEJ.



La FEJ es un órgano rarísimo. Nadie tiene claro cómo funciona, carece de una normativa clara. Pero es un órgano imprescindible. Es el órgano de unidad que necesita el jugger. A día de hoy, aglutina a la mayor parte de los núcleos potentes de jugger en España, edita el reglamento por el que nos regimos y es el interlocutor de Jugger España.


En la actualidad, Galicia tiene una representación heredada de la AGJ, no representativa realmente de la comunidad. Galicia no envió su propio Torneo Nacional, no envió un sólo regional, una sóla Liga, un sólo nada. Galicia existe en la FEJ, pero no existe. Y, al final, ¿quién paga eso? Nosotros. Los equipos, los jugadores. Tan sencillo como eso.

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Quisiera que esta entrada fuese, en cierto modo, un llamamiento a la cordura, a la unidad. Ni Santiago, ni Coruña ni, por supuesto, Vigo, tenemos entidad para trabajar sólos. La AGJ nunca se va a recuperar, y la hipotética Federación Galega de Jugger es algo que dudo que lleguemos a ver muchos jugadores actuales. Sin embargo, tomando la idea que algunos lanzaron al reformar la antigua web de la AGJ, una Agrupación Galega de Asociacións de Jugger sí es algo necesario. Llevo tiempo insistiéndole a mi propia Asociación de que sea la que de el paso, pero eso es lo de menos. Alguien debe darlo. Debemos sacrificarnos y trabajar con gente que no nos gusta que, al final, es el motivo de toda esta mierda. Hay que decidir de una vez si es más importante el orgullo o trabajar en pro del jugger. Porque quien considere más importante no trabajar con alguien que le cae mal que favorecer la expansión del deporte, definitivamente, no debería ocupar un puesto de responsabilidad en asociación alguna.

Hablo de Galicia, pero no hablo de Galicia. Creo que cualquiera podrá verlo claramente.

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N.d.R: La referencia inicial, insisto, es un razonamiento filosófico y, en ningún modo, político. Por si no quedaba lo suficientemente claro, vaya.

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